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por Álvaro Trabanco
Siguiendo las pisadas nos dirigimos a un cruce de caminos, un punto de encuentro de experiencias de varias generaciones de trabajadores migrantes. Narraremos la experiencia de una familia, que se tornará ejemplo y metáfora, cuyos actores parecieron forzados a repetir caminos. En su diminuta relevancia histórica como uno más engrosaron las filas de aquellos que, con su esfuerzo y su trabajo, han dado forma a un equilibrio económico y político que en ocasiones se denomina identidad europea. Las vicisitudes individuales y familiares parecen anécdotas irrelevantes ante un recorrido vital en cierta forma predestinado: la fuerza laboral de países del sur de Europa que ayudó a construir las economías dominantes en este continente. Bajo la aparente individualidad de una historia, de un ejemplo migratorio se pueden vislumbrar los pasos de tantos otros miles de obreras y obreros anónimos que caminaron a su lado. El aumento de la emigración de jóvenes europeos en la última década ha lanzado a muchos de nuevo al camino, buscando las pisadas casi desvanecidas de sus abuelos, en una búsqueda paralela de identidad y prosperidad.
La primera generación de migrantes, artífice de la reconstrucción económica europea, marcaría con sus pasos el camino desde España hasta Alemania en los años 60.
Las decisiones de sus padres situarían sus corazones a medio camino entre el origen y la tierra de acogida. Es esta una segunda generación marcada por una emigración que siempre pareció inevitable.
Cuando la historia había echado tierra encima de aquellas generaciones migrantes, miles de jóvenes europeos saldrían del país ante el drama vital provocado por la crisis. Sus consecuencias están por llegar.
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